La conspiración mediática es tan antigua como la humanidad misma, no bien se había sentado una normatividad para la comunicación cuando ya había persecuciones, secretos oscuros que debían ser resguardarse de la mirada (el oído, el tacto, el gusto) del pueblo; esos otros tan peligrosos para los “ideales” del dirigente.
Colombia no ha sido la excepción: Nariño tradujo e imprimió so pena de muerte La Declaración Universal de los Derechos Del Hombre acto revolucionario por ir contra los mandatos del soberano de turno; y de ahí comenzó la llama de la libertad (no por causas tan puristas, pero este ensayo no es sobre esto así que lo dejare pendiente para otra ocasión); los medios conspiraron contra el rey y su autoridad desde el pulpito de la iglesia mas adelante en la campaña libertadora cuando Santander ordenó legitimar la lucha por la república ante el pueblo por medio de Dios (había una gran confusión ya que en la época Dios y el Rey eran la autoridad, y quedaba la duda: ir contra el rey, ¿no es ir contra dios?). Conspiraron El Zancudo, El Liberal, La Palabra contra el gobierno de Núñez por considerar que la “regeneración” no era tal; conspiraron los primeros periodistas de un bando contra el otro o contra el propio porque su visión era menos subjetiva, mas critica y menos subastable.
Pero no fueron los únicos en hacerlo en tan turbulentos tiempos: el gobierno lo hizo contra el pueblo de alpargata roja que se oponía a su sangra azul de realeza; la Iglesia contra los “Rojos liberales, que son demonios, sus banderas del color del fuego de los infiernos” el pueblo lo hizo contra si mismo por no querer conciliar con el otro sus diferencias y anhelar la supremacía de las suyas, por mantener “entre ceja y ceja” al maldito chulavita que acabo con mi familia o al liberal que mato a mi padre, hermano hijo.
Poco a poco la denuncia paso a ser una señalación paga por aquel a quien le convenía desviar miradas, el medio fue vendiéndose al mejor postor, o al menos en principio para salvarse a si mismo cediendo por chantajes a los deseos de las sombras.
Actualmente no sabemos quien conspira contra quien: el gobierno satura con sus “buenas obras” la señal institucional, cuando otros denuncian parece como si les hubieran dado permiso de decirlo y de paso el como. Los medios parecen meretrices vendiendo sus encantos (poder de convocatoria, tradición, credibilidad) a cortesanos con la esperanza de ganar sus más íntimos favores, un día se muestran terriblemente contrariados por el comportamiento poco ético (cabra preguntarse que es ética en estos días porque la moral ha muerto) y al siguiente lo ensalza por su maravillosa contribución a _________ (coloque aquí su actividad lúdica de moda) y su impecable comportamiento, la conspiración mediática actual esta -redundantemente dicho- mediada en apariencia por ellos mismos en contra de ellos y los demás, que resultamos ser nosotros.
Pero finalmente en esta diatriba contra el medio me pregunto, porque no creo que todo esto sea orquestado por el mismo medio o el gobierno o el pueblo o algún ente visible, un misterioso titiritero se esconde tras un velos de sombras, y contradicciones puestas en juego para desviar la atención de su presencia improntando en los nuevos espectadores la sensación de ser quien ostenta el poder ¿Quién es el hombre que está detrás de la cortina y a quién beneficia?, por que el caos producido conlleva a una vieja cuestión no menos importante que la anterior ¿y el poder para qué/quién?
¿Qué acaso no es posible regresar a una conspiración sana, crítica y porque no hasta constructiva o es que acaso nunca la hubo; tan solo fue una ilusión faérica producto de un hábil y discreto titiritero?